domingo, 10 de febrero de 2008

La gran marcha

Fuente: semana.com.

Tres agudos observadores de lo que ocurre en el país hacen una radiografía de la histórica marcha del 4 de febrero.

La marcha del 'no más Farc' marcó un hito en Colombia. No fue una más de las 635 marchas que se han llevado a cabo en los últimos 16 años en distintas partes del país haciendo reclamos de paz. Sin ningún tipo de grupo organizado detrás se convirtió en la más grande concentración vista en la historia, por encima de otras ya legendarias protestas como la 'del silencio' de 1948, la por la paz de 1997, o la contra el secuestro de 1999.

¿Qué significado tiene en la historia del país? ¿Qué tanto le va a costar al Polo Democrático su actitud frente a ella? ¿Qué efecto tiene el que el partido de La U haya puesto a andar la maquinaria para facilitar una nueva reelección del presidente Uribe?

SEMANA invitó a conversar sobre el tema a tres personajes reconocidos por su agudeza: Antanas Mockus, ex alcalde de Bogotá y precursor de la cultura ciudadana; Luis Eduardo Garzón, también ex alcalde y "PhD en marchas", como él mismo se denomina, y Álvaro Delgado, destacado investigador de movimientos sociales.

El investigador de movimientos sociales en Colombia Álvaro Delgado dialoga con los ex alcaldes de Bogotá Luis Eduardo Garzón y Antanas Mockus. Los tres explican en la conversación en qué consiste la gran trascendencia histórica, cultural y política que tiene la marcha del pasado 4 de febrero

Álvaro Delgado: Quiero hablar de un antecedente importante de esta marcha. Yo nunca había visto que los trabajadores convoquen a una huelga y que sean los estudiantes quienes la hagan: eso pasó 10 días del año pasado en Bogotá (la marcha contra el alza de matrículas). La juventud había desaparecido del mapa político del país durante 40 años y sorpresivamente aparece el año pasado con semejante movilización en la calle, y no con aspiraciones subversivas, sino para defender los derechos de la universidad. Y lo mismo pasó con la marcha de este lunes: la juventud, ese sector de la sociedad que no está asociado a ningún partido, pero que tiene opinión sobre el país, se está mostrando. Hay una transformación en el carácter de la protesta. La protesta popular ya no tiene la base y el apoyo de una clase obrera que en un tiempo vimos como la vanguardia de un cambio revolucionario, ya se sabe que por ese lado no funciona.

Luis Eduardo Garzón: Los jóvenes hoy tienen un papel protagónico. Y no es sólo en Colombia. Lo demuestra lo que pasó en Venezuela con el referendo, en Chile con el TrasSantiago, y no olvidemos que la participación electoral de jóvenes en España hizo que Rodríguez Zapatero ganara la presidencia hace cuatro años. Hoy ellos no tienen código, se los están formando. No se mueven bajo el símbolo de Fidel Castro ni el de Mao ni el del Che Guevara, ni el de Hitler.

Antanas Mockus: El descubrimiento con esta marcha fue el poder de la acción ciudadana. Tal vez el mundo evoluciona cada vez más a acciones colectivas y esta es la más importante en mucho tiempo. Fue una mezcla de emociones en las que todos coincidimos y se pudo generar un sentimiento que las resumiera: no más Farc. ¿Cuáles de las emociones de la marcha del lunes se conservarán y repercutirán en acciones?

Álvaro Delgado: Yo no creo en la acción de la gente desorganizada. Si no hay organización de los protestantes, no llegarán a ningún lado. No veo un movimiento social en Colombia sin que tenga un lineamiento político o partidista. No veo a las multitudes haciendo los cambios en el país. Yo no sé cómo va a ser, pero no puede seguir siendo una cosa espontánea.

Antanas Mockus: Si hay éxito en las otras marchas (como la convocada para el 6 de marzo contra los paramilitares), en términos culturales hay una transformación. No es un proceso legislativo. Es una autoinstrucción de la ciudadanía. Las marchas pueden ayudar a construir reglas culturales afines al Derecho Internacional Humanitario (DIH). Lo que está en juego son los límites del conflicto: una regulación, no necesariamente jurídica, de hasta dónde llegamos. También está el peligro del decaimiento de las emociones y esa tendencia muy nuestra a la envidia. Tiene que haber honestidad intelectual para evitar que la indignación se nos suba a la cabeza.

Luis Eduardo Garzón: Cuantificar los resultados de la marcha a corto plazo puede ser muy difícil, pero se genera un cambio en la lógica cultural de la gente. Por ejemplo, las tragedias con cilindros y bombas de las Farc en Bojayá (Chocó) y en El Nogal (Bogotá) produjeron una reacción social muy complicada, una ola de opiniones colectivas que nos llevaron a entrar al tema del antiterrorismo en Colombia. Y ahora tenemos dos grandes movilizaciones en contra del secuestro, la de los diputados del año pasado y ésta del 4 de febrero. De tal manera que si en Colombia el secuestro se había legitimado como arma del conflicto y se había vuelto parte de nuestra cotidianidad, el gran cambio es desinstitucionalizar eso que culturalmente habíamos legitimado. La gran virtud que tiene la marcha es el empoderamiento del ciudadano.

Antanas Mockus: En el extremo optimista está la fórmula del rescate civil, que puede que no se logre organizar en la práctica, pero sí como modelo mental. Porque ahora estamos atrapados en un dilema falso que es solución militar o solución negociada. Pero hay una tercera opción: la sociedad friega y friega y se queja, pone lata, se sustrae, pone lata. Pero este rescate civil necesita nuevos episodios, nuevos mecanismos para continuar con las manifestaciones civiles. Por ejemplo, el gobernador de Cesar sacó un decreto que convoca a tres días de ayuno en esta misma línea.

Álvaro Delgado: Estoy de acuerdo con ustedes en que las Farc no se van a mover. Ellos siguen empeñados en que el factor militar es el que decide porque aún no están derrotados. A la gente se le olvida cómo viven quienes viven bajo las leyes de las Farc. No pueden tener celular, no pueden escuchar las emisoras de la Policía ni del Ejercito. Ellas tienen el criterio de que no necesitan, por ahora, hacer concesiones en el terreno político porque creen que en el terreno militar se van a decidir.

SEMANA ¿Cuánto le puede costar al Polo Democrático su actitud frente a la marcha?

Álvaro Delgado: El mayor error fue no haber participado en la marcha. Los actuales movimientos que se hicieron en la izquierda tuvieron apoyo en sectores de la población por su acción, no por sus programas revolucionarios. Los movimientos comunistas nacen en los años 30 por sus manifestaciones contra el hambre. Si no, nunca habrían aparecido. Después la izquierda no le pidió permiso a nadie para salir y marchar. Siempre ha sido incrustándose en la movilización social y no estigmatizándola. La peor cosa que le ha sucedido a la izquierda es que perdió la capacidad de movilizar. Perdió confianza en la gente. Pensaron que la marcha del 4 iba a ser una pichurria. Toda la esencia del problema del Polo es que ellos siguen en la tesis de que no apoyan la lucha armada, pero sí legitiman la insurgencia. Esa ambivalencia es horrible y los va a desbaratar.

Antanas Mockus: Existe una parte del Polo que sigue presa en estos discursos que de algún modo alcahuetean a las Farc. Con la marcha quedó claro que anti Farc no es sólo el uribismo y quedó claro que el Polo tiene sus discusiones internas.

Luis Eduardo Garzón: Yo prefiero ir a pelear con la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada, que con (el senador Jorge Enrique) Robledo. Este señor no reacciona. Me mamé de esas discusiones. En el Polo menospreciaron la marcha. No tuvieron claro que era una marcha donde la sociedad colombiana está condenando a las Farc. Condicionaron la marcha. Y eso no se condicionaba: se está o no se está en la marcha. El Polo no puede tener ambigüedades, porque éticamente, las Farc y el Polo son como el agua y el aceite. Nadie que esté luchando por la democracia puede respaldar el secuestro ni la extorsión, ni la guerra.

Álvaro Delgado: ¿Qué va a hacer el Polo ahora? Si esta marcha no provoca un debate en el seno de la izquierda, que es muy importante que se haga, es muy poco lo que se va a conseguir. Es insostenible que un movimiento que se dice democrático, que dice buscar soluciones pacíficas, al mismo tiempo admita que la guerra es legítima.

SEMANA ¿Creen que la propaganda inmediata a la marcha de la reelección de Uribe le puede hacer daño al significado de la marcha?

Luis Eduardo Garzón: El uribismo lo que hace es un manejo oportunista de la marcha. Que a tres días salgan a mover el referendo, claro que es oportunista. Pero es que ellos funcionan con la lógica tradicional de la política y no respetan las vocerías de ese tipo de marchas.

Antanas Mockus: Creo que los uribistas van a quedar como ingenuos que se amarran a una persona. La marcha representa un embrión de política pública: quien quiera que venga después tiene que decirle no al secuestro, tiene que decirle no a las Farc. Es un reconocimiento de que la continuidad no depende de una persona.

Luis Eduardo Garzón: Creo que el oportunismo político es un bumerán. Lo que han logrado (los uribistas) lo han hecho con profunda arrogancia y eso tiene un costo.Antanas Mockus: Retomo la importancia de las acciones colectivas. Pueden promover importantes cambios o pueden quedar truncadas si se quedan sólo en el calorcito de la acción colectiva. Me imagino un menú de temas colectivos desde el ayuno del gobernador de Cesar hasta recoger plata para que las mujeres de África no sufran ablación y así cada uno encuentra espacios de participación en procesos colectivos. Creo que en todo el mundo hay una cierta tendencia a replantear las organizaciones políticas como impulsoras de acciones colectivas que las desbordan. Las organizaciones pueden ser pequeñas, pero son capaces de convocar a la gente en tareas muy grandes.

Lucho Garzón: Es una transformación en las formas de relacionarse y comunicarse que están haciendo las nuevas tecnologías, a uno le tocó con megáfono y ahora no entendemos cómo funciona Facebook.

domingo, 3 de febrero de 2008

No le marchamos a la guerra, ni al "partido de la guerra"

Fuente: Polodemocratico.net

Jueves 31 de enero de 2008
Por: Jaime Caycedo.

Los organizadores de la marcha del 4 de febrero levantan la ideología de la guerra. Cuando el conflicto se mira desde un solo ángulo y se convoca a confrontar a un solo actor se está invitando a tomar partido. El 4 de febrero se promueve el “partido de la guerra” en Colombia.

¿Qué hay detrás de tan original idea? En primer lugar, un anacronismo. Hoy las posibilidades de la paz no provienen de un triunfo militar sino de una solución política. Así lo ven los países amigos y la Comunidad internacional. Y así lo hemos planteado quienes hemos levantado la necesidad de tal salida política negociada, vía diálogo, reconocimiento y logro de un Tratado de paz.

En segundo lugar, una convocatoria perversa. No escapa entender, a los organizadores, qué camiseta recomiendan a otros ponerse. Saben a lo que están llamando. Invitan a la intensificación del conflicto. No les importa la situación, ni el intercambio humanitario ni la liberación de los cautivos. Se ponen bravos si alguien los contradice. Pero justifican las agresiones contra quienes piensan distinto. Por lo menos se deduce del actuar del ministro Holguín.

¿A quién beneficia el clima de guerra, la histeria belicista detrás del anti-farc? Únicamente a los promotores de un régimen autoritario, paramilitar y semifascista. Buscan forzar una falsa unidad nacional para atizar la guerra. ¿Y también encender un conflicto con Venezuela?